jueves, 30 de mayo de 2013

Alimentación en los primeros meses de vida (de 0 a 12 meses)

Lactancia materna

La leche materna es el alimento más completo para cubrir las necesidades del bebé. La razón es sencilla: el recién nacido tiene el aparato digestivo y el metabolismo adaptados a la leche humana. Además, no tiene horarios; la lactancia se produce a demanda, es decir, cuando el bebé lo pida. Por eso es tan importante que la madre no se separe del bebé en ningún momento durante el periodo de lactancia.

La succión del pezón por el bebé estimula la acción de dos hormonas: la oxitocina, que origina la galactopoyesis, es decir, la secreción de la leche, y la prolactina, que contrae los músculos del pezón para facilitar su salida. La estimulación de las dos hormonas hace que el útero permanezca contraído, lo que evita el sangrado posparto excesivo y mejora la recuperación de la madre.

El hecho de darle el pecho inmediatamente después de nacer evita hiperglucemias (aumento de los niveles de glucosa en sangre) y pérdidas de peso en el bebé. También estimula una mayor síntesis de vitamina K en su intestino -útil por su función antihemorrágica-, debido a los gérmenes que se depositan en el pezón de la madre.

Pese a todas estas ventajas, la madre debe tener especial cuidado con su dieta porque alimentos como las alcachofas, cebollas o verduras flatulentas pueden causar que el bebé rechace la leche debido a que modifican su sabor y olor. Además, la madre elimina sustancias  a través de la leche que pueden ser nocivas para el bebé, como la nicotina, el alcohol y fármacos como los anticonceptivos, que anulan la producción de leche.

Es importante tener en cuenta que la llegada de la leche materna al seno varía según el tipo de parto:

• Parto normal: lactancia materna a las 48 horas.
• Parto múltiple: a las 24 horas.
• Parto con cesárea: al tercer y cuarto día.

Para que una madre proporcione a su hijo leche en buenas condiciones, debe haber ganado a lo largo del embarazo de a 11 a 13 kilos; de ellos, cuatro se almacenan como grasa para conseguir una adecuada lactancia.


El biberón

Las fórmulas de leche artificial surgieron a finales del siglo XIX; hasta entonces no había otros medios para alimentar a niños que no podían recibir lactancia materna por diversos motivos. La alimentación artificial con fórmulas lácteas mediante el uso del biberón es una alternativa a la lactancia materna cuando existen circunstancias que hacen que el bebé no pueda recibir leche materna.


La ausencia de la madre, el rechazo de la mujer a dar el pecho, la no producción de leche en la mama (hipogalactia), malformaciones del pezón, posibles contraindicaciones de la madre por padecer el sida o VIH, o incluso que el bebé sufra problemas metabólicos son algunas razones para recurrir al biberón.


Estas fórmulas artificiales se obtienen a partir de leche de vaca modificada, debido a las diferencias existentes con la leche humana. Se pueden utilizar como sustituto total o parcial de la misma. En este último caso se denomina "lactancia mixta", combinando tomas de leche materna con tomas de biberón. Existen dos tipos: la alternante, ante la ausencia materna, que intercala pecho en una toma y biberón en otra; la coincidente, que consiste en dar en la misma toma pecho y biberón, ante la escasez de leche de la madre. En ambos casos, siempre se debe dar primero el pecho.



Las primeras papillas del niño

Desde el  primer mes hasta el año de vida el bebé está considerado como lactante. Durante esta etapa el niño se desarrolla y cambia continuamente. Por ello se necesitan nuevos alimentos, además de la leche materna, a partir de los seis meses. Es necesario introducir alimentos distintos para cubrir las necesidades nutricionales del bebé. No obstante, la leche no se debe retirar de la dieta: tiene que constituir el principal aporte lácteo hasta el año de edad y la cantidad mínima es de medio litro al día. Sin embargo, para niños alimentados con leche artificial, se recomienda la introducción de alimentos distintos de la leche materna antes, cerca de los cuatro meses.

 Este periodo de diversificación alimentaria o de introducción de nuevos alimentos se conoce con el nombre de "beikost".

La ingestión de nuevos alimentos es necesaria para lograr el desarrollo de todas las funciones corporales del pequeño, así como la maduración de todas sus estructuras y órganos. Por una parte, hay un importante crecimiento en peso y longitud durante el primer año de vida.

Por otra, el importante desarrollo neurológico y psíquico hace que mejoren sus habilidades para alimentarse:

  • A los cuatro meses reacciona ante el pecho o el biberón, puede deglutir alimentos semilíquidos o pastosos, y puede empezar a comer con cuchara.
  • A los siete meses es capaz de masticar, echa la cabeza hacia atrás cuando no quiere un alimento, se lleva la cuchara a la boca y se interesa por los alimentos, diferenciando sus texturas.
  • A los diez meses es capaz de coger una galleta y comerla solo, puede beber de un vaso o taza; y por último, a los 12 meses, es capaz de comer con los dedos, se interesa por alimentos que comen los demás, diferencia el aspecto de las comidas y muestra sus preferencias.

Aparte de esta evolución, existe una importante maduración hepática, renal y gastrointestinal:

  • A los seis primeros meses, mejora su secreción gástrica y pancreática, aumenta la motilidad de su intestino delgado y desarrolla una mejor respuesta inmunológica.
  • A los seis a los 12 meses, continúa la maduración de su sistema digestivo. Esta es la mejor época para educar su sentido del gusto y conocer los sabores básicos.

La aparición de los dientes es clave para que el niño evolucione desde una dieta triturada en forma de purés, a una dieta de alimentos sólidos que podrá fácilmente masticar.


El ambiente en el que se realizan las comidas es sumamente importante, ya que influye en su alimentación. Lo mejor que haya tranquilidad, estímulos para al niño y paciencia si se niega a probar algún  alimento.
















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